“EL SENTIDO DE LA VIDA” DE CARL SAGAN.
Carl Sagan no sólo fue una de las mentes científicas más grandes de la historia moderna, fue también un humanista implacable, con profunda intuición sobre la espiritualidad, psicología, e incluso la literatura. Desde El Sentido de la Vida: Reflexiones en
palabras e imágenes sobre ¿Por qué estamos aquí? (biblioteca pública) – la misma maravillosa antología de 1991 que nos dio meditaciones eternas sobre la existencia de increíbles luminarias tales como: John Cage, Annie Dillard, Stephen Jay Gould, Arthur C. Clarke, y Charles Bukowski – viene una notable contribución de Sagan, un recordatorio de anclaje que suena con exquisita puntualidad:
En las últimas décadas, los Estados Unidos y la Unión Soviética han logrado algo que – a menos que nos destruimos a nosotros mismos primero – seremos recordados mil años a partir de ahora: la primera exploración de primer plano de docenas de otros mundos. Juntos hemos encontrado mucho por ahí que es magnífico, instructivo y de valor práctico. Pero no hemos encontrado ningún rastro, ningún indicio de vida. La Tierra es una anomalía. En todo el sistema solar, es, hasta donde sabemos, el único planeta habitado.
Los seres humanos somos uno entre millones de especies diferentes que viven en un mundo floreciente, rebosante de vida. Y, sin embargo, la mayoría de las especies que se encontraban ya no lo están más. Después de una extensa florescencia de ciento cincuenta millones de años, los dinosaurios se extinguieron. Hasta el último. Ninguna especie está garantizada su permanencia en este planeta. Y los humanos, son los primeros seres que elaboran los medios para su propia destrucción, han estado aquí por sólo varios millones de años.
Somos raros y preciados porque estamos vivos, porque podemos pensar. Tenemos el privilegio de influir y tal vez controlar nuestro futuro. Tenemos la obligación de luchar por la vida en la Tierra -no sólo para nosotros, sino para todos los seres humanos, y otros, que vinieron antes de nosotros y para los que estamos en deuda, y para todos aquellos que, si somos lo suficientemente sabios, vendrán después. No hay causa más urgente que sobreviva para eliminar de forma global las crecientes amenazas de una guerra nuclear, la catástrofe ambiental, el colapso económico y la hambruna masiva.
Estos problemas fueron creados por los seres humanos y sólo pueden ser resueltos por los seres humanos. Ninguna convención social, ningún sistema político, ninguna hipótesis económica, ningún dogma religioso es más importante.
La dura realidad parece ser la siguiente: Vivimos en un vasto e impresionante universo en el que, a diario, se hacen soles y muchos mundos son destruidos, donde la humanidad se aferra a un terrón oscuro de una simple roca. El significado de nuestras vidas y nuestro frágil reino deriva de nuestra propia sabiduría y coraje. Somos los custodios del sentido de la vida. Preferiríamos que fuera de otra manera, por supuesto, pero no hay pruebas concluyentes de alguno de los padres cósmicos quién cuidará de nosotros y nos salvara de nosotros mismos.
Depende de nosotros.
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