“Dar y no esperar nada a cambio, eso nace del corazón, eso es amor.” ~Oscar Wilde
Se dice que el amor verdadero y auténtico es aquel que se da libremente. Pero pese a todo eso suena muy bonito, la verdad. Cuando eres buena persona y lo das todo, se espera que seas tratado de la misma manera. Cuando amamos a alguien esperamos que esa persona también nos ame. Pero de esta manera estamos condicionando nuestro amor.
¿Pudiéramos decir entonces que el amor con condiciones puede ser bueno?
La vida es una constante lucha por conseguir lo que se desea y muchas veces eso que deseamos se encuentra cada vez más lejos de nosotros, porque lo alejamos, porque hemos dado sin medida ni condiciones y no somos correspondidos de igual manera.
Cuando nos entregamos completamente sin esperar nada a cambio, en realidad, aunque no lo digamos, damos por sentado que todo cuanto hagamos y demos va a ser plenamente reconocido y valorado al cien por ciento. ¡Y no!
Y de pronto, nos encontramos con expectativas totalmente empañadas por las mismas situaciones. Expectativas que esperamos de los demás, de quienes esperamos recibir algo a cambio nuestro sacrificio y nuestro amor.
Por ejemplo, cuando hacemos algo por nuestra pareja y no nos corresponde, nos sentimos insatisfechos y por lo tanto frustrados. Siempre esperamos algo, aunque eso sea sólo un poco basado en el reconocimiento del amor que estamos entregando. Si no recibimos nada, nuestra existencia se puede volver decepcionante y amargada.
“Le amé sin condiciones, sin esperar nada a cambio”… ¡y nada!… O también deberíamos decir: “sin pedir nada a cambio, lo di todo.”
¿Es sano amar y dar sin condiciones?
Por lógica natural, se piensa que amar incondicionalmente obliga a necesariamente recibir la felicidad, por ende, así lo concebimos. Así es como caemos en errores garrafales circunstanciales, sin pedir igualdad de derechos y obligaciones.
Es necesario observar las necesidades personales y ponerlas en término de virtud y conciencia, ya que de otra manera entregarlas sin límites observa un crecimiento del ego en tú pareja y se hace más egoísta. Hay que pensar en el hecho y no esperar atención recíproca.
Necesitas valorarte para valorar, quererte para querer, respetar para respetar y aceptarte para aceptar, ya que nadie puede dar lo que uno tiene dentro de sí.
Se dice que si dentro de ti no existe una paz, que tú mismo hayas creado en tu interior, ninguna relación de pareja te brindara la felicidad que tú mismo no puedas construir.
Sólo podrás ser feliz con otra persona, cuando seas consciente de que incluso eres feliz cuando no estás a su lado. Sólo podrás amar siendo independiente, hasta el punto de no tener que manipular ni manejar a quien dices querer (esto también es una regla general).
Dos personas que se unen por el deseo de hacerse feliz, fracasaran con el tiempo. Dos personas que se unen con el fin de compartir su felicidad propia, lograran una felicidad duradera, y sin ser su fin, harán feliz a la otra.
Lo que hacemos por alguien que queremos, hay que hacerlo y ya, más allá de si está bien o no. Llámese amistad, amor de pareja, amor de madre o hijos.
Tenemos todo el derecho de poner condiciones, de señalar nuestras obligaciones y derechos por igual, no importa en qué o con quien. No olvidemos que tenemos el derecho de pedir en la medida en que nosotros damos. Sin olvidar que es muy importante y más hermoso “dar más que recibir.” También lo que nosotros damos, necesita ser bienvenido, apreciado y valorado; sin caer en el egoísmo y la ambición por supuesto.
Para amar se necesita una alta dosis de autoestima y la práctica de la libertad responsable.
“No he venido a este mundo a cumplir tus expectativas. No has venido a este mundo a cumplir mis expectativas. Yo hago lo que hago. Tú haces lo que haces. Yo soy yo, un ser completo aún con mis carencias. Tu eres tú, un ser completo aún con tus carencias. Si nos encontramos y nos aceptamos, si nos aceptamos y nos respetamos, si somos capaces de no cuestionar nuestras diferencias y de celebrar juntos nuestros misterios, podremos caminar el uno junto al otro; ser mutua y respetuosa, sagrada y amorosa compañía en nuestro camino. Si eso es posible puede ser maravilloso.” ~ Fritz Perls
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