“EL FUNDAMENTO DE LA MÚSICA.” CONCLUSIÓN.
MÚSICA AUTOOGANIZADA.
Adena Schachner, colega de Pinker, cree que hay una correlación neuronal inesperada entre la capacidad de imitar sonidos y un sentido innato del ritmo; un sentido que McNeill piensa que nos resulta social y psicológicamente muy seductor. Schachner dice que la mayoría de los animales sólo emiten un pequeño repertorio de ladridos y reclamos, aunque es enteramente posible que su aparato vocal podría, fisicamente, hacer más. No obstante, otros animales, como la cacatúa ninfa y algunos elefantes, pueden también escuchar, imitar y aprender sonidos nuevos. Sólo animales con esta capacidad, dice Schachner, son capaces de responder a ritmos de música. Entonces quizá la parte del cerebro que le permite a uno analizar un sonido y luego imitarlo es la misma parte que puede sentir y responder fisicamente a un ritmo. Aparentemente, buscamos e identificamos ritmos por una buena razón: un sonido repetitivo implica que, muy posiblemente, un animal, una persona o el fenómeno natural que lo ha creado está lo bastante cerca como para justificar nuestra atención.
En un área relacionada, Pinker sugiere que la música participa también de una tendencia innata en los humanos, que es buscar todo tipo de reconocimiento en los humanos, que sea obviamente útil y ser capaces de discernir sonidos que nos importan entre el caos del
En mi trabajo, también utilizo la cognición musical como una ventana a los aspectos novedosos de la cognición social. Adena Schachner
paisaje sonoro: una voz, una advertencia de peligro, un animal. La música, dice él, es sonido convenientemente depurado para nosotros. El confuso revoltijo sónico del paisaje sonoro ha sido filtrado, y, en su mayor parte, lo que queda sin tonos puros en ritmos fácilmente son discernibles.
Luego está la emotividad de la música. Puede conmovernos como ninguna otra cosa, pero ¿cómo lo hace? Una teoría, similar a la disección del habla en intervalos de tono frecuentes que estudió Purves, es que incluso los intervalos los efectos musicales —crescendos y cambios bruscos, por ejemplo— comparten ciertos paralelismos con efectos vocales puramente emocionales, como sollozar, gritar, suspirar, gemir o reír. Así no solo somos intervalos en música que imitan los intervalos comunes en el habla emocional sino que estos efectos musicales dramáticos podrían ser o estar imitando también efectos vocales emotivos.
Esta idea de que la música podría ser una versión ampliada y abstraída de sonidos con los que estamos familiarizados no es infrecuente, pero como músico tengo que pensar que el vasto número de variaciones musicales se ha alejado bastante del habla (excepto quizá en el habla musical de los sermones del gospel y en la voz de Lou Reed), No sé si me lo trago.
Finalmente está la cultura, gran parte de lo que significa ser humano. Más allá del estatus social, la música nos ayuda también a participar de esa parte de nosotros. Aunque poseemos adaptaciones que nos alientan, desde pequeños, a absorber y a extraer ciertas cosas de la cultura que nos rodea, es difícil saber si hay adaptaciones musicales específicas. ¿No tenemos una capacidad incorporada de «entender» la música, ya a una temprana edad, igual que tenemos una capacidad innata para evaluar relacione entre la gente? ¿No se mecen los bebés con la música? ¿son simples cacatúas ninfa? En el hecho de deleitarse con el sonido de una madre tarareando una canción de cuna a su bebé, ¿no hay algo más que la simple voz tierna de una madre? Si es sólo sonido de una voz tierna y los relevantes intervalos armónicos, el habla podría bastar para calmar a un bebé, pero de alguna forma la canción parece haber surgido también.
La música, según esta idea, es parte de la «geometría de la belleza», expresión acuñada por los biólogos, aunque extrañamente evocadora de la frase de una de las obras de ficción distópica de J. G. Ballard. Esta geometría, cuando la distinguimos, es una señal visible —audible, en este caso— de que algo nos puede resultar valioso e importante; es bueno para comer; da seguridad; es fértil; tiene relación con nosotros y con nuestra gente. La música posee esta geometría de la belleza, y por esta razón, así lo dicen los pensadores, nos gusta. El gen es pacifico para la música, es una ilusión o así lo sugiere Pinker … aunque nuestro amor por ella es de verdad.
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Biografia.
Adena Schachner. Profesor asistente
schachner@ucsd.edu / (858) 534-3676
Intereses de investigación Publicaciones seleccionadas
Me interesa el desarrollo de la cognición social, particularmente cómo los bebés, los niños y los adultos que infieren en los estados mentales (como intenciones, objetivos y preferencias) para explicar las acciones de los demás y para comprender los objetos que las personas poseen y crean. Empleo una variedad de metodologías experimentales, que incluyen mirar el tiempo con los bebés y los métodos de comportamiento con niños y adultos, tanto en el laboratorio como en todo el mundo a través de Internet.
En mi trabajo, también utilizo la cognición musical como una ventana a los aspectos novedosos de la cognición social, aprovechando los fenómenos musicales para responder preguntas sobre la inferencia del estado mental. Por ejemplo, mi trabajo ha examinado las bases cognitivas y evolutivas del movimiento hacia la música y la percepción de acciones similares a la danza en adultos y niños.
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Publicado 18 Jan 2018, 3:30 pm
“EL FUNDAMENTO DE LA MÚSICA.” PARTE 23.
MÚSICA AUTOORGANIZADA.
¿Qué son esas adaptaciones y estímulos agradables a lo que pinker cree que la música se ha enganchado?
La posición social es una. Como en muchas otras artes, estar afiliado con ciertos tipos de música puede darle a uno un empujón en el escalafón social. Esto podría significar el estatus que obtiene un aficionado a la ópera, pero podría referirse también al de quien reconoce, también al de quien mixtape de hip-hop. Por supuesto, esto depende de cuál aceptación buscas. Es fácil ver que ganar aceptación en un grupo puede ser una adaptación que habría evolucionado desde mucho tiempo atrás, antes de que hubiera opera o hip-hop. Según este punto de vista, formar parte de un grupo puede ser una adaptación que habría evolucionado desde mucho tiempo atrás, antes de que hubiera ópera o hip-hop. Según este punto de vista, formar parte de un grupo da más placer que la música misma. Pensamos que nos gusta la música, pero realmente lo que nos gusta es la compañia que nos aporta. El hecho de que este argumento degrade la música convirtiéndola en una simple insignia de afiliación, y que las cualidades de la música en sí aparezcan irrelevantes, parece un poco difícil de tragar, pero quizá aparejado con lo que sea algo menos desatinado.
William McNeil, el autor, propone que «vinculación muscular» es algo que el baile, ejercicio militares y la música tienen en común.
Hay otra tendencia flexible vinculada a la música mencionada en el libro: Keeping Together in Time: Dance and Drill in Human History. William McNeil, el autor, propone que «vinculación muscular» es algo que el baile, el ejercicio militares y la música tienen en común. Cuando nos movemos, actuamos o tocamos música a la vez, nos dejamos ir de una manera psicológicamente placentera. Esto ocurre incluso cuando no participamos, cuando uno escucha música o presencia un baile. Tal vez esto se deba al fenómeno de neuronas espejo como he mencionado antes.
Sincronizados somos menos individuales y más parte de un grupo. Nuestras diferencias —personales, políticas y físicas— se hacen menos significativas y podemos (o nos parece que podemos) hacer cosas como grupo que no podríamos hacer como individuos. Como participantes, cuando actuamos a la vez sentimos que estamos afectando a un superorganismo: una sensación muy embriagadora. Parece que hemos desarrollado un sentido neuronal que recompensa esta propensión a la sincronización y, cuando ésta se da, provoca una sensación de placer.
Obviamente, esta adaptación tiene muchos usos para grandes ejércitos o pequeños grupos de cazadores, así como para un grupo de bailarines o incluso para una organización social que trabaja por una causa. Pero según Pinker, esta adaptación ha sido también usurpada por la música. La música —tocada o disfrutada— nos une fisicamente hasta el punto de que incluso nuestros procesos biológicos entran en sincronía; nuestros latidos y nuestra respiración empiezan a emparejarse cuando participamos en la misma pieza de música. McNeil va más allá y propone que tomar parte en las adaptaciones de la música y de la danza puede haber sido esencial en el proceso que hace de nosotros el animal que somos. Desde su punto de vista, no bailamos porque somos humanos, sino que somos humanos porque bailamos.
Continuará …
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Biografia.
William Hardy McNeill fue un historiador y autor mundial canadiense-estadounidense, particularmente destacado por sus escritos sobre la civilización occidental. Fue profesor emérito de Historia en la Universidad de Chicago, donde había enseñado desde 1947.
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Publicado 11 Jan 2018, 1:59 pm
“EL FUNDAMENTO DE LA MÚSICA.” PARTE 22.
MÚSICA AUTOOGANIZADA.
Recibo con agrado que la música se libere de la cárcel de la melodía, de la estructura rígida y de la armonía. ¿Por qué no? Pero también escucho música que sigue esas pautas. Escuchar la Armonía de las estrellas puede sonar glorioso, pero anhelo alguna canción concisa de vez en cuando, una narración o una instantánea, más que todo un universo. Puedo disfrutar de una película o leer un libro en que no ocurra gran cosa, pero también soy profundamente conservador; cuando una canción se impone en el genero pop, la escucho con ciertas expectativas. Me aburro más fácilmente con una canción pop que no siga sus propias reglas que con una canción contemporánea repetitiva y estática. Me gusta un buen relato y me gusta también quedarme mirando el mar; ¿acaso tengo que elegir entre una cosa y otra cosa?
¡Tarta de Queso!
Como parte de mi gira promocional el año pasado —agrega David— en Boston hablé con el científico cognitiva Steven Pinker, el hombre que se había referido a la música como «tarta de queso auditiva». Veamos si puedo parafrasear lo que él quería decir: Pinker sugiere que la tarta de queso es apetecible debido a la propensión humana a apreciar los sabores dulces y grasos, que en un momento anterior en nuestra evolución eran buenos para nosotros, estaban muy buscados y eran difíciles de conseguir. La música, sugiere él, resulta atractiva para los humanos porque varias adaptaciones se han combinado para que nuestro cerebro sea receptivo a sus cualidades, a lo que nuestra evolución nos ha
¿Qué son esas adaptaciones y estímulos agradables a los que Pinker cree que la música se ha enganchado?
llevado a apreciar o disfrutar de por sí, ya que no está claro que un gusto especifico por ella consiguiera que a nuestros antepasados los sobrevivieran más hijos (no más de lo que un gusto especifico por la tarta de queso habría podido conseguir). Es la version evolutiva de las enjutas, un concepto propuesto por Gould y Lewontin que he mencionado antes en este capitulo —asegura David— y que ilustraremos en la siguiente parte.
Pinker se refiere a las partes en general como maquinas para refinar e intensificar estímulos en nuestro cerebro. La música sintetiza estímulos diferentes y largamente evolucionados, pero no es algo, sugiere él, a lo que nuestra evolución nos ha llevado a apreciar o disfrutar de por sí. Igual que con la tarta de queso, reflexionaba Pinker en un correo electrónico que me mandó mientras planeábamos nuestra conversación: «Me pregunto si la música puede ser innata, no compongan mental autónomo, sino mas bien como consecuencia de la forma en que el lenguaje, el ritmo, la emoción, y el análisis acústico están contenidos en el cerebro».
¿Qué son esas adaptaciones y estímulos agradables a los que Pinker cree que la música se ha enganchado? .
Continuará …
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Biografia.
Nacido: Steven Arthur Pinker. 18 de septiembre de 1954 (63 años)
Montreal, Quebec, Canadá
Nacionalidad canadiense / estadounidense
Trabajo notable
The Language Instinct (1994)
Cómo funciona la mente (1997)
The Blank Slate (2002)
Los mejores ángeles de nuestra naturaleza (2011)
Esposas: Nancy Etcoff (m. 1980; div. 1992)
Ilavenil Subbiah (m. 1995; div. 2006)
Rebecca Goldstein (m. 2007).
Alma mater
Dawson College
Universidad McGill
Universidad Harvard
Premios Troland Award (1993, Academia Nacional de Ciencias).
Premio Henry Dale (2004, Royal Institution),
Premio de libro Walter P. Kistler (2005),
Premio Humanista del Año (2006, emitido por la AHA),
Premio George Miller (2010, Sociedad de Neurociencia Cognitiva), Premio Richard Dawkins (2013)
Carrera científica: Campos Psicología evolutiva, psicología experimental, ciencia cognitiva, psicolingüística, cognición visual
Tesis La representación del espacio tridimensional en imágenes mentales (1979)
Consejero de doctorado; Stephen Kosslyn
Influencias: Noam Chomsky, Thomas Sowell, Leda Cosmides, John Tooby, Richard Dawkins, Thomas Schelling .
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Publicado 4 Jan 2018, 2:45 pm
“EL FUNDAMENTO DE LA MÚSICA.” PARTE 21.
MÚSICA AUTOOGANIZADA.
Quizá el camino que he emprendido tenga un final lógico (agrega David). Si la música es inherente a todas las cosas y a todos los sitios, ¿por qué entonces, no dejar que la música se toque a sí misma? El compositor, en el sentido tradicional, quizá ya no sea necesario. Que los planetas y las esferas giren. El músico Bernie Krause acaba de publicar un libro sobre «biofonía»: el mundo de la música y sonidos hechos por animales, insectos y el entorno no humano. Música hecha por sistemas autoorganizados significa que cualquiera o cualquier cosa pueda hacerla y cualquiera pueda desligarse de ella. Cage dijo que el compositor contemporáneo «se parece al que fabrica una cámara para que otro tome la foto». Esto es como para suprimir la autorías, al menos en el sentido aceptado. Para Cage, la música tradicional, con partituras que dicen qué nota hay que tocar y cuándo, no refleja los procesos y algoritmos que activan y crean el mundo que nos rodea. El mundo nos ofrece posibilidades y oportunidades ciertamente restringidas, pero siempre que dan opciones y más de una manera que salgan las cosas. Él y otros se preguntaron si la música podía tal vez participar de este proceso emergente.
Un pequeño aparato fabrica en China lleva esta idea un paso más lejos. La Buddha Machine es un reproductor de música que usa algoritmos aleatorios para organizar una serie de tonos relevantes y así crear melodías interminables y no repetidas. El
Bernie Krause acaba de publicar un libro sobre «biofonía».
programador que hizo este aparato y organizó los sonidos reemplaza el compositor, eliminando de manera eficaz al intérprete. Todos, el compositor, el instrumento y el intérprete son una maquina. No es un aparato muy sofisticado, pero podemos imaginar el día en que todos los tipos de música puedan ser generados por máquinas. Los patrones básicos y comúnmente usados en diferentes géneros podrían convertirse en los algoritmos que guían la manufacturación de sonidos. Se podría considerar que gran parte del pop y del hip-hop preponderantes es música hecha por máquinas; con formulas bien establecidas, solo hay que elegir entre una variedad de nexos y ritmos para que emerja un infinito flujo de recombinaciones musicales idóneas para la radio. Aunque ese enfoque industrial suele estar mal visto, su naturaleza mecanizada podría ser también un halago: devuelve al éter la autoría musical. Todos esos progresos implican que hemos dado la vuelta entera: hemos vuelto a la idea de que nuestro universo puede estar impregnado de música.
Continuará …
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Biografia.
Bernard L. “Bernie” Krause (nacido el 8 de diciembre de 1938) es un músico estadounidense y ecologista de paisajes sonoros. En 1968, fundó Wild Sanctuary, una organización dedicada a la grabación y el archivo de paisajes sonoros naturales. Krause es un autor, bioacústico, orador y artista de sonido natural que acuñó los términos geofonía, biofonía y antropofonía y, como fundador del campo, estuvo relacionado con la definición y la estructura de la ecología del paisaje sonoro. Krause tiene un Ph.D. en Creative (Sound) Arts con una pasantía en bioacústica de Union Institute & University en Cincinnati.
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