“¿PORQUE LOS ABORRECEDORES ODIAN?” CONCLUSIÓN.
Kierkegaard escribe:
Hay una forma de envidia la cual he visto de cerca y con suma frecuencia y entre muchos ejemplos, en los que un individuo intenta obtener algo mediante la intimidación. Si, por ejemplo, yo entro en un lugar donde hay muchos congregados, y entonces sucede ha menudo que uno u otro de inmediato toma las armas contra mí al comenzar a reír; presumiblemente esa persona siente que él está siendo una herramienta o representación común de la opinión pública o del cuarto o salón donde se encuentra dicha concurrencia. Pero y he aquí mi punto, si hago una observación casual entonces directa a él, esa misma persona pasa a infinitamente flexible y complaciente. Esencialmente se nota que de pronto él observa algo grande en mi, tal vez incluso más grande de lo que yo realmente soy: pero si no puede ‘eso’ ser aceptado ante todos como participantes en mi grandeza, él cuidara las apariencias al menos por un momento, y por lo menos él se sonreirá hacia mi. Pero tan pronto como pase a ser participante en mi elogio, o como haya sido, él se jactara de mi grandeza.
Eso es lo que se obtiene de vivir en una pequeña comunidad.
Es poco probable que Kierkegaard hiciese consciente, lo que se conocería como el efecto Benjamin Franklin —el Padre fundador formuló su famoso truco de psicología inversa para lidiar con los aborrecedores— y sin embargo, él viene a retransmitir una anécdota que encarna todo a la perfección. Relata recurriendo a una historia sobre tres jóvenes afuera de su puerta, quien, al verlo, “comenzaron a sonreír y todos ellos juntos inician una totalmente gama de insolencias.” Mientras que él se acerca a ellos, Kierkegaard haciendo notar que estaban fumando ‘puros’ acercandose hacia él a uno de ellos, pidiendole lumbre. De pronto, la actitud de los tipos toma un dramático giro de vuelta en U — aparentemente ese simple intercambio había proporcionado una invitación precisamente a la participación de la excelencia o grandeza de la cortesía, la comunión y la participación el ser de la amistad:
Al instante, se quitaron los sombreros y parecería que les hubiese hecho a ellos tres, un súper gran favor, por el simple hecho de estarles pidiendo la lumbre. Ergo: la misma gente estaría feliz de gritar airados “bravo” de mí simpleza por haberme conducido tan amable, dejándome en paz, mostrándome halagador o algunas de esas palabras afables que usé hacia con ellos; es lo que es, el caso es como reaccionaron, y como perecieron al desafío casi llorando … Todo, completamente todo en ellos redunda en una mera y desatinada actuación. Pero, qué inestimablemente interesante es disponer del conocimiento de la psicología humana enriquecida de esta exclusiva manera.
Siete años más tarde, poco antes de su prematura muerte, él revisa en un contraste sentimental y explica con dura visión la psicología de los aborrecedores:
“Mostrándo que ellos no se preocupen por mí, o teniendo en cuenta que debería saber que a ellos no les interesa contribuir positivamente conmigo, y esto denota dependencia … Me muestran respeto precisamente, al mostrarme que yo no les intereso.
El diario de Søren Kierkegaard puede ser un poco corto en ambos: en sus páginas y en la planicie de su vida, pero es un tesoro de igual manera, penetrante de ideas sobre la experiencia humana.
Complemente con Kierkegaard en “Nuestra mayor fuente de infelicidad”, y también vaya entonces al manifiesto moderno y brillante de Anne Lamott para contar así mismo con un método, tratado o tratamiento a los aborrecedores.
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Vocabulario:
ergo: Por tanto, luego, pues: pienso, ergo existo.
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