“Mi trabajo es aburrirte y dejar que la dureza de tu asiento y la calidez de tu bata te preparen para lo que está por venir.” -William McNeil.

Publicado 18 Jan 2018, 3:30 pm

“EL FUNDAMENTO DE LA MÚSICA.” PARTE 23.

MÚSICA AUTOORGANIZADA.

¿Qué son esas adaptaciones y estímulos agradables a lo que pinker cree que la música se ha enganchado?

La posición social es una. Como en muchas otras artes, estar afiliado con ciertos tipos de música puede darle a uno un empujón en el escalafón social. Esto podría significar el estatus que obtiene un aficionado a la ópera, pero podría referirse también al de quien reconoce, también al de quien mixtape de hip-hop. Por supuesto, esto depende de cuál aceptación buscas. Es fácil ver que ganar aceptación en un grupo puede ser una adaptación que habría evolucionado desde mucho tiempo atrás, antes de que hubiera opera o hip-hop. Según este punto de vista, formar parte de un grupo puede ser una adaptación que habría evolucionado desde mucho tiempo atrás, antes de que  hubiera ópera o hip-hop. Según este punto de vista, formar parte de un grupo da más placer que la música misma. Pensamos que nos gusta la música, pero realmente lo que nos gusta es la compañia que nos aporta. El hecho de que este argumento degrade la música convirtiéndola en una simple insignia de afiliación, y que las cualidades de la música en sí aparezcan irrelevantes, parece un poco difícil de tragar, pero quizá aparejado con lo que sea algo menos desatinado.

William McNeil, el autor, propone que «vinculación muscular» es algo que el baile, ejercicio militares y la música tienen en común.

Hay otra tendencia flexible vinculada a la música mencionada en el libro: Keeping Together in Time: Dance and Drill in Human History. William McNeil, el autor, propone que «vinculación muscular» es algo que el baile, el ejercicio militares y la música tienen en común. Cuando nos movemos, actuamos o tocamos música a la vez, nos dejamos ir de una manera psicológicamente placentera. Esto ocurre incluso cuando no participamos, cuando uno escucha música o presencia un baile. Tal vez esto se deba al fenómeno de neuronas espejo como he mencionado antes.

Sincronizados somos menos individuales y más parte de un grupo. Nuestras diferencias —personales, políticas y físicas— se hacen menos significativas y podemos (o nos parece que podemos) hacer cosas como grupo que no podríamos hacer como individuos. Como participantes,  cuando actuamos a la vez sentimos que estamos afectando a un superorganismo: una sensación muy embriagadora. Parece que hemos desarrollado un sentido neuronal que recompensa esta propensión a la sincronización y, cuando ésta se da, provoca una sensación de placer.

Obviamente, esta adaptación tiene muchos usos para grandes ejércitos o pequeños grupos de cazadores, así como para un grupo de bailarines o incluso para una organización social que trabaja por una causa. Pero según Pinker, esta adaptación ha sido también usurpada por la música. La música —tocada o disfrutada— nos une fisicamente hasta el punto de que incluso nuestros procesos biológicos entran en sincronía; nuestros latidos y nuestra respiración empiezan a emparejarse cuando participamos en la misma pieza de música. McNeil va más allá y propone que tomar parte en las adaptaciones de la música y de la danza puede haber sido esencial en el proceso que hace de nosotros el animal que somos. Desde su punto de vista, no bailamos porque somos humanos, sino que somos humanos porque bailamos.       

 Continuará …     

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Biografia.

William Hardy McNeill fue un historiador y autor mundial canadiense-estadounidense, particularmente destacado por sus escritos sobre la civilización occidental. Fue profesor emérito de Historia en la Universidad de Chicago, donde había enseñado desde 1947.

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